cartapacio
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Acotaciones
, 28, enero-junio 2012
echaron a Paco? El ascensor ya ha llegado a tu planta. Piénsate lo del
baloncesto, te dice mientras las puertas se cierran. Recorres el pasillo
mirando de soslayo los despachos, quién está, quién ya no está. A ve-
ces te acuerdas de alguno de los que se han ido. Te acuerdas de… Qué
importa. Eres gilipollas, piensas nada más sentarte en la silla. Saludas
y te sientas en la silla pensando: eres mediocre, eres repugnante, eres
un hipócrita, eres un puto gilipollas. Lo eres. Miras hacia la ventana.
Todavía siguen ahí los andamios, pero no han llegado los obreros. Es
cuestión de minutos y entonces comenzarán los ruidos como de taladro.
Los golpes, el chirriar de los hierros, las grúas. Eres gilipollas. Eres un
puto gilipollas por estar aquí. Lo piensas mientras sonríes a Sara, que
acaba de entrar por la puerta. Piensas que ella también es gilipollas.
Lo piensas mientras la observas unirse al grupo que se ha formado
en torno a la máquina de café. Casi de forma mecánica, respondes al
gesto que te hacen para que te unas a ellos y te levantas. ¿Por qué lo
haces? Mientras remueves el azúcar para que se disuelva en el café, tu
cabeza da vueltas una y otra vez a la misma idea. Recuerdas que te han
bajado el sueldo, han modificado tus turnos, tus funciones e, incluso,
te han amenazado con cambiarte de centro si no mejoras tus objetivos.
Tus objetivos. Pero aguantas. Resistes. Eres estoico. Eres fuerte. Re-
sistirás hagan lo que hagan. Te recuerdas una y otra vez que al menos
tienes un trabajo. Un piso en alquiler. Una moto. La cucharita gira
en el vaso. Tienes un trabajo. ¿Cuántos días estuviste enfermo el mes
pasado? ¿Ocho? ¿O nueve? Te quedas blanco, paralizado. Sabes que
no es una buena pregunta. Solo cinco, dices. Solo cinco. Tuve fiebre.
Estuve en cama. Regresas precipitadamente a tu sitio, enciendes el or-
denador, colocas tus papeles.
(G
ermán
se incorpora. Sale del váter. Se lava las manos.
)
¿No podría estar aquí como si nada?
No pensar. No pensar. Aquí. Tranquilo. Ocho horas. Diez horas. Las
que hagan falta. Sin pensar. Como una máquina. Rellenar las casi-
llas. Enviar los avisos de llegada. Reportar los pedidos. Una cosa tras
otra. Relajado. Tranquilo. Vacío. Aquí. Ocho horas. Todos los días.
Sin pensar.
¿Es que soy incapaz? Sí.
¿Seguro? Incapaz.
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