DIEZ ESPECTÁCULOS DEL SIGLO XXI
Acotaciones
, 28, enero-junio 2012
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advenedizo tendrá consigo el poder, pero en las manos de los actores está
la verdad, y la modificarán a su antojo.
La obra podría ser desconocida para el público español, pero no así el
tema, pues esta venganza, que ya de lejos venía perpetrándose por Chan-
fallas y Chirinos en el cervantino entremés
El Retablo de las Maravillas
, con-
tiene la piedra basal de la duda existencial sobre la realidad humana: si su
materia es de carne o sueño, lo que tantos versos han llevado al éxito –o
fracaso— en nuestra escena.
Para tejer la urdimbre del texto con la trama del elenco, se acertó a nom-
brar a Carles Alfaro como director
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. La empresa no era fácil, ya que a di-
rigir esta pieza, como encargo para una celebración conmemorativa, debía
añadirle trabajar con un doble reparto, que hiciera un recorrido a través de
todas las promociones de actores y actrices de La Abadía. Lo que a prime-
ras luces podría haber devenido, más que en un montaje, en un evento sin
más proyección que la de un homenaje interno y con probables problemas
en la complicada producción, se convirtió en uno de los acontecimientos
de la temporada, como demuestran las excelentes críticas cosechadas
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, los
premios y menciones recibidos
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y la numerosa asistencia del público.
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El director, cuyo carácter es conocido en la profesión por su rigor,
precisión y seriedad, aglutinó a un elenco en cuya selección se trató de
buscar la mayor eficacia. Fue, sin duda, la elección de Pedro Casablanc,
en el papel del gobernador De Caro, la que facilitó la integración del resto
de los actores. Su gran trabajo de escucha era la amalgama perfecta para
la galería variada de personajes que desfilaban por su despacho, interpre-
tada magníficamente por todos ellos.
El proceso de ensayos fue arduo, difícil por momentos, y siempre
de gran intensidad. Para Alfaro, que mostró desde el comienzo un gran
respeto a la propuesta de Eduardo de Filippo, era muy importante pro-
fundizar en cada escena. El análisis de texto se hizo de forma exhaus-
tiva, como de manera exhaustiva se hacía el análisis de los ensayos. El
director buscaba la precisión en la repetición de la partitura escénica de
cada actor, a quienes pedía trabajar la comedia bien desde la sutilidad de
los tiempos de su personaje, bien desde el compromiso con las razones
que debía exponer cada actor.
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La comedia no nacía en el punto de vista
actoral, sino en la conciencia de la propia situación vivida, siendo fiel al
principio que marcara Luigi Pirandello en su ensayo
El humorismo
(
En-
sayos
. Madrid: Guadarrama, 1968) y que tanto pudo influir en el teatro
de De Filippo:
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