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Acotaciones
, 28, enero-junio 2012
truye la escena, la mirada legal y la mirada estética. Se trata de llegar a la
verdad de lo que pasó, la verdad de la actuación, pues lo que se está enjui-
ciando es la actuación de Sabzian por haberse hecho pasar por el famoso
director de cine iraní Makhmalbaf. Se trata, por tanto, de indagar en los
motivos que llevaron a Sabzian a suplantar una identidad que no era la
suya, engañando así a una familia que le tomó por el
verdadero
director,
con las implicaciones económicas que esto tuvo, pues la familia comenzó a
dedicar dinero y esfuerzos para la próxima película del supuesto director,
bajo la promesa de que los hijos de esta familia actuarían en ella. Dentro
de la alegoría que proponemos, esta familia, que son los que han puesto la
denuncia, hacen el papel de público, en un doble sentido, tanto de público
durante los tres días que Sabzian pudo mantener la impostura, como de
público en la escena de la película, donde escuchan la defensa del acusado
frente al juez y frente a la cámara. Aunque en este último caso el público
pasa también a ser actor, tomando la voz de la acusación: se han sentido
engañados por Sabzian, que no es aquel que decía ser.
El acusado se muestra avergonzado y arrepentido, asegura que no lo
volvería a hacer, aunque no se arrepiente del tiempo que ya ha pasado en
la cárcel, la penitencia que lleva pagada por sus actos. Piensa que se la me-
rece porque debe hacerse justicia. En realidad, de lo que se arrepiente es
de haber «jugado» con los sentimientos de los otros, y eso le avergüenza.
Pide perdón públicamente. Aunque cuando la cámara le pregunta hasta
qué punto hubiera mantenido su interpretación, Sabzian responde que
hasta que la familia hubiera querido, es decir, hasta que el público la hu-
biera aceptado como verdadera.
El momento culminante de la alegoría, aquel en el que la escena que-
daría suspendida en el éxtasis de la contradicción, lo que Benjamin hubie-
ra llamado el momento de la iluminación, es cuando el hijo de la familia
replica que Sabzian en ese momento en que está hablando frente al juez,
en realidad sigue actuando, que antes hacía de Makhmalbaf y ahora está
haciendo de persona honesta. Cuando la cámara, adoptando nuevamen-
te la voz del juez, le plantea esta nueva sospecha —«¿No estás actuando
ahora mismo frente a la cámara? ¿Qué estás haciendo ahora?»—, Sabzian
responde: «Estoy hablando de mi sufrimiento, esto no es actuar». Este se-
ría el emblema de la alegoría
Estoy hablando de mi sufrimiento, esto no es actuar
,
que abre una distancia entre sufrimiento y actuación, entre hablar desde
el corazón, como continúa diciendo, y actuación. ¿Entre verdad y menti-
ra?, nos podríamos preguntar, sin embargo, añade que esas experiencias
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