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Acotaciones
, 28, enero-junio 2012
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Es un mundo ajeno, pero al mismo tiempo resulta extrañamente cerca-
no por el tono de sus conversaciones, la actitud de los cuerpos y sus risas
francas. Esos cuerpos nos hablan de algo, son testigos también de algo,
pero no sabemos de qué. Una vez iniciada la escena, Alberto Núñez sale y
frente a un espejo comienza a leer despacio y con suma concentración un
texto con un tono poético, reflexivo y abstracto. El texto no se refiere de
manera directa ni trata de interpretar la escena que está teniendo lugar;
las palabras resuenan contra la impenetrable intimidad creada por los dos
actores. El público mira, el público escucha, el público sobre todo siente la
imposibilidad de dar cuenta de esa escena tan próxima y al mismo tiempo
tan distante. Los actores de Níger no dejan de ser testigos de ellos mismos,
comportándose tal cual, pero no entendemos aquello de lo que dan testi-
monio, aunque sí llegamos a sentirlo, lo llevan escrito en sus cuerpos con
la grafía ininteligible de lo que no se puede pronunciar. Mientras tanto
continúa la lectura, como una «lluvia irrefutable» que dice Juan Muñoz,
planteando una y otra vez la misma duda, ¿seremos capaces de soportar
el testimonio del que no habla, la historia que no se cuenta, el espacio de
lo que no se mueve?
Alegoría 5.
El testimonio de lo que no habla
. Dibujo Elif Zilan.
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