teatro-mínimo tres - page 47

47.
Horror vacui,
Miguel Nieto
(La luna caliente contempla con estupor el eco cuarteado de su infinito lamento en las
aguas de un trémulo e insondable lago. Un sendero con atajos desemboca en las traviesas
de un maltrecho muelle que se diluye y se enreda en las sombras sibilantes de una rayana
alameda. Asomada a la marea una marchita figura de mirada ansiosa traslucida por entre
la espesura de una cenicienta melena; de manos circunspectas y venosas; de cerúleos la-
bios; de palabras encendidas de postrer instante.)
Viejo.-
«
Y si esta sed inmensa se saciara de pronto,
si finísima arena de desiertos terribles
me inundase, silente y despaciosa,
colmando grano a grano mi garganta y mi lengua
en balbuceos azarosos,
si todos y cada uno de mis trescientos ojos
comenzasen un día a llorar en seco
y me arañasen el alma
con heridas supurantes de tierra,
sólo de tierra,
si yo me ahogase tanto y tan profundamente,…
»
(Un lejano sollozo de lozano párvulo detiene el impulso errático de la arrugada y barbuda
silueta. Los maderos gritan horrorizados. Una piedrecita hiere en su naufragio la fina piel
del lago. Paso a paso se reaviva el astillado quejido. Anillos concéntricos cauterizan. La
luna descubre a la oronda masa que avanza por el sendero meciendo a su cría al vaivén de
sus dehiscentes caderas. Otro paso.)
Madre.-
(Canta.)
A la ru ru, nene
a la ru ru, ya.
Duérmete cordero,
duérmete lechal,
Duérmete, mi negro
borreguito manso.
Que si no te duermes
viene el lobo malo…
A la ru ru, nene
a la ru ru, ya.
Cierra los ojitos
y échate a soñar.
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