Resumen
En 1974, el ministro de Información y Turismo, Pío Cabanillas, llama a Adolfo Marsillach para que vuelva a TVE, de donde había sido expulsado en 1966. Quiere que escriba, dirija e interprete una nueva serie de televisión. Se trata de que su regreso y la serie sean una declaración de lo que significa el espíritu del 12 febrero. Así se llama a la promesa de apertura del régimen que el presidente de Gobierno, Arias Navarro, realiza ese día en las Cortes. Marsillach rueda una serie posibilista en el contenido y marxista en la forma que llama Silencio, estrenamos. En ella: 1) hace una anatomía del teatro en el tardofranquismo que tendrá su incidencia en la huelga de los actores de febrero de 1975; 2) adopta una poética brechtiana llena de didactismo democrático; y 3) realiza una autocrítica de cómo la propia serie se ha rodado y de cómo se ha recibido por parte de espectadores y críticos de todas las tendencias: inmovilistas, opusdeístas, reformadores, rupturistas... Este contenido metaficcional, dramatúrgico y metaserial hace de Silencio, estrenamos un programa insólito y un texto ejemplar para narrar la reforma imposible, en aquella coyuntura, del teatro y de ese gran teatro del mundo que es el régimen.