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Teatro Mínimo nº
4
hacia el árbol.
) ¿¡Virgencita, virgencita a que a ti te da igual que mis pantalones sean
de Dior o de...
Carmen.– ¡Calla! ¡Baja la voz!, que nos pueden oír...
Sagrario.– No sé quién. Si esto es un ejercicio, ¿no? Diálogo entre A y B, ¿recuerdas?
Estamos solas, bueno está C. El espacio pertenece a ella, pero
na
más. Y como está
dormida...
Carmen.– Cansada.
Sagrario.– Sobada.
Carmen.– No, rendida.
Sagrario.– ¡Marmoteando!
Carmen.– ¡Extenuada!
Sagrario.– Amodorrada, adormilada, somnolienta, ¡Frita, que está frita!
Carmen.– No, hecha migas es lo que está. Para el arrastre, está para el arrastre. ¡Molidita!
Nada de dormida, está ahí.
Sagrario.– ¿Dónde? Yo no la veo.
Carmen.– Escucha, ¿no la oyes respirar?
Sagrario.– Pues no. No oigo nada, porque en este erial no hay ni un alma, sólo pedrus-
cos y éste árbol
securrio.
Carmen.– Es su cabeza...
Sagrario.– Mierda de metáfora... Un erial... Su cabeza... Pues menudo marrón se ha in-
ventado.
Carmen.– Sabemos cómo solucionarlo.
Sagrario.– Bueno yo soy la que te está ayudando...
Carmen.– Pues sigue, esto es una gran obra, de caridad claro, no de las otras.
Silencio, siguen colocando flores...
Sagrario.– Pues el otro día leí algunas críticas en Internet que... Hablaban sobre la cari-
dad que gestionan las organizaciones de las apariciones marianas. Hablaban tam-
bién sobre don Antonio.
Carmen.– No darás crédito a todo lo que lees en esa basura endemoniada de Internet
Sagrario.– Sólo digo que hablaban de las apariciones y decían que eran...
Carmen.– ¿Qué? ¿Qué eran?
Sagrario.– Bueno yo sólo digo lo que he leído. Decían que era un...
Carmen.– ¿Y cuándo fue eso?
Sagrario.– El otro día en el trabajo mientras...
Carmen.– ¡Muy bonito! Mientras nosotras nos dejamos los pulmones entre los ácidos
que emanan del regaliz, los polvos con los que se hacen los chicles y los colorantes
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